Cuando estudiamos las artes marciales en el mundo, solemos dejar todo un continente en el olvido, cuando grandes artistas marciales y maestros se han desarrollado y emergido en sus tierra, muchas veces en extremo puristas.


¿Sabías que en el Congo se practica Aikido?
Quizás no sea lo primero que te venga a la mente cuando piensas en la República Democrática del Congo, un país que, lamentablemente, es más conocido por su historia de conflictos y desafíos socioeconómicos. Pero el Aikido, esa hermosa arte marcial japonesa que parece más una danza fluida que un combate, ha encontrado su camino en este rincón de África. Y, como todo lo que llega a nuevas tierras, se ha transformado, adaptado y arraigado de una manera única.
Te cuento cómo empezó todo. Para entender el Aikido en el Congo, primero hay que retroceder un poco y entender cómo esta disciplina llegó a África en general. El Aikido, como seguramente sabes, fue fundado por Morihei Ueshiba en Japón. Su idea era crear una forma de arte marcial que no solo fuera efectiva, sino que también promoviera la paz y la armonía. A través de movimientos circulares, el practicante de Aikido utiliza la energía del oponente en su contra, buscando neutralizar el conflicto sin causar daño innecesario. Un concepto poderoso, ¿verdad?
El Aikido comenzó a expandirse fuera de Japón después de la Segunda Guerra Mundial, y llegó a África gracias a la influencia de maestros japoneses y, más tarde, de instructores africanos que se apasionaron por este arte. Aquí es donde entra Koichi Tohei, uno de los primeros discípulos de Ueshiba, quien fue fundamental en llevar el Aikido más allá de las fronteras de Japón. Aunque Tohei no fue personalmente al Congo, su trabajo en África abrió el camino para que el Aikido se difundiera por el continente.
Ahora, entrando al Congo. No fue hasta la década de 1980 que empezamos a ver los primeros destellos de Aikido en el país. A diferencia de otros deportes o actividades, el Aikido no llegó con un gran alboroto. Fue una introducción más discreta, llevada a cabo por congoleños que habían tenido la oportunidad de entrenar en el extranjero, o por la influencia de vecinos africanos como Kenia, donde el Aikido ya estaba más establecido gracias a figuras como Fred Maronga. Fred era un practicante keniano que había entrenado con algunos de los mejores maestros japoneses y dedicó su vida a difundir el Aikido en África Oriental. Su influencia llegó indirectamente al Congo, cuando algunos de sus estudiantes comenzaron a enseñar en otros países de la región.
Uno de los primeros nombres que aparece en la historia del Aikido en el Congo es el de Jean-Pierre Bemba. No, no el político conocido, sino otro Jean-Pierre, alguien que, aunque no era una figura de renombre internacional, fue clave en la construcción de la comunidad de Aikido en Kinshasa. A principios de los 2000, Bemba y otros entusiastas lograron formalizar el Aikido en la capital, estableciendo dojos donde podían enseñar y entrenar de manera regular.
Pero no fue fácil. Imagina intentar desarrollar una disciplina que requiere tanto enfoque y dedicación en un país donde las preocupaciones diarias a menudo giran en torno a la supervivencia. Aun así, lo lograron. Y no solo eso, sino que el Aikido se convirtió en un refugio para muchos, un espacio donde podían encontrar paz interior en medio del caos exterior. Estos dojos se convirtieron en mucho más que lugares de entrenamiento; eran comunidades, casi familias, donde la gente encontraba apoyo y camaradería.
Lo interesante es cómo el Aikido ha resonado con los valores culturales congoleños. En una sociedad que valora profundamente la comunidad y la resolución pacífica de conflictos, el Aikido no solo es una técnica de defensa personal, sino una filosofía de vida. En las clases, además de las técnicas físicas, se pone un gran énfasis en los principios de no violencia y armonía, que son fundamentales para el Aikido.
En ciudades como Kinshasa y Lubumbashi, el Aikido ha seguido creciendo. No a un ritmo explosivo, pero de manera constante. La falta de recursos ha sido un desafío, claro. Muchos dojos operan con lo mínimo, y la formación de instructores a menudo depende de seminarios y visitas de maestros internacionales. Pero la pasión de los practicantes congoleños es palpable. Estos hombres y mujeres han tomado el Aikido y lo han hecho suyo, adaptando las enseñanzas tradicionales para que encajen con sus realidades.
Lo más inspirador, creo yo, son las historias personales de aquellos que han encontrado en el Aikido una nueva dirección en la vida. He escuchado testimonios de personas que, después de experimentar violencia o dificultades personales, encontraron en el Aikido un camino hacia la sanación. No es solo el entrenamiento físico lo que les atrae, sino la filosofía de vida que acompaña al arte. En un país marcado por el conflicto, la idea de transformar la agresión en armonía resuena con una fuerza especial.
¿Y el futuro? Bueno, hay mucho por hacer, pero también mucho potencial. La comunidad internacional de Aikido está cada vez más involucrada en apoyar el crecimiento del Aikido en el Congo. Se han organizado seminarios, intercambios y programas de formación para ayudar a desarrollar a más instructores locales. Con el tiempo, es posible que veamos una mayor expansión del Aikido en otras partes del país.
Me parece fascinante cómo un arte marcial japonés, nacido en un contexto tan diferente, ha encontrado su lugar en el corazón de África. En el Congo, el Aikido no es solo una disciplina física, es una fuente de esperanza, un medio para enseñar valores de paz y una herramienta para la transformación personal. ¿Quién hubiera pensado que en las calles de Kinshasa o Lubumbashi podrías encontrar a personas practicando las suaves y fluidas técnicas de Aikido, buscando no solo defenderse, sino también encontrar un camino hacia la paz interior y exterior?
Así que, sí, el Aikido ha echado raíces en el Congo. No es algo que verás en las noticias ni que domine las conversaciones, pero está ahí, creciendo lentamente, como una planta resistente que florece en un terreno inesperado. Y eso, creo, es lo que hace que su historia sea tan poderosa.
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